Belascoarán - ¿Novedad o más de lo mismo?

Publicado el 24 de octubre de 2022, 20:00

Rodrigo Santos, productor de la serie de Netflix basada en los libros de Paco Ignacio Taibo II, habla sobre los retos que enfrentaron al grabarla y recrear la capital mexicana de los setenta

Rodrigo Santos tenía 17 años cuando se sumergió en el mundo del detective Héctor Belascoarán Shayne, el personaje de las novelas negras del escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II. Fue en las clases de literatura, cuando su maestro le recomendó Días de combate, el primer tomo de la saga, que, dice, “disfruté muchísimo”, por lo que cuando la compañía de streaming Netflix le propuso involucrarse en la empresa de recrear el mundo y las aventuras de Belascoarán y llevarlo a la pequeña pantalla, pensó que se trataba de “un cuento de hadas, un proyecto encantador”.



La serie de tres capítulos se estrenó el 12 de octubre y ha generado una ola de comentarios positivos en las redes sociales, que incluyen a muchos nostálgicos no solo de la saga de Taibo II, sino de una Ciudad de México que ha desaparecido con el tiempo, pero que queda tan bien retratada en la producción de Netflix que la capital parece ser la gran protagonista. “La historia es un homenaje a Ciudad de México, una ciudad salvaje, pero con muchísimo criterio”, dice Santos (Ciudad de México, 46 años), desarrollador de la serie, quien también es el jefe de escritores del guion y productor. Hay que resaltar que el productor, un hombre delgado, de rostro alargado, larga y ondulada cabellera y desenfadado, se define como “chilango, muy chilango”.

De esta manera, aparecen en la producción, como en una fotografía familiar en sepia, los tradicionales puestos de comida de las esquinas, con sus tacos que escurren grasa y las bebidas tan azucaradas que podrían causar hipertensión instantánea (la Keli Cola con limón es la bebida favorita de Belascoarán, brebaje que lo ilumina para aclarar los crímenes en los que se empecina en meter la nariz), los quioscos con tabloides sangrientos y descaradamente controvertidos (Mariposón sin alas, titula uno al informar sobre el asesinato de un homosexual en la capital, o Cerevro reventado, se lee en otro que da cuenta de la muerte de un asesino serial que se autodenominaba Cerevro), los largos coches de la época, símbolo de prestigio de una clase media floreciente, y las avenidas de los barrios tradicionales, cuya silueta de palacetes y edificios porfirianos ha dado paso a un escenario de construcciones de varias plantas, tan feas como incómodas.



“La ciudad ha cambiado muchísimo físicamente, la transformación es brutal y en algunos casos dolorosa. Estamos peleados con las cosas bonitas y las sustituimos por cosas feas”, dice Santos, en una entrevista concedida en su casa, localizada en un condominio moderno incrustado en un barrio del sur de la capital mexicana, esa zona llena de hermosos secretos en esta ciudad caótica y en cuya lujosa calma han buscado refugio escritores, políticos y artistas. En la frescura de su jardín, que da a un viejo convento, protegido por un muro de piedras volcánicas y rodeado de helechos, orquídeas que él mismo cuida y con la juguetona perra Limonada dando saltos, Santos cuenta cómo fue recrear el mundo del detective Héctor Belascoarán, interpretado en la producción de Netflix por el actor Luis Gerardo Méndez, que alcanzó la fama por la película Nosotros, los nobles.


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